El arte en el Renacimiento
  Obras pictóricas del Quattrocento
 





PIERO DELLA FRANCESCA

- Retrato de Federico da Montefeltro y su esposa Battista Sforza.

Llevado a Florencia en 1631, con las otras obras de la rica colección de Urbino, este díptico probablemente estuvo unido por una bisagra, que permitía abrirlo como si fuera un libro; de ese modo se mostraba, en la portada, el Triunfo de Battista Sforza, y como contraportada el Triunfo de Federico da Montefeltro. Una vez abierto se encontraban uno frente al otro los retratos de Battista Sforza y Federico da Montefeltro, como presenta actualmente su marco neorrenacentista.



La condesa ensimismada en la oración y en la lectura del oficio, aparece sentada en el Triunfo en un carro tirado por dos unicormios, símbolos de la fidelidad conyugal, acompañadas por las virtudes teologales de la Fe y la Caridad, mientras que en el reverso de la tabla aparece retratada de perfil, recortada sobre un fondo en el que contemplamos el paisaje de los dominios de los duques, tomado desde un punto de vista elevado. La luminosa palidez de su rostro, hace pensar que se hiciera tras su muerte, adornada con joyas preciosas, perlas pintadas, etc.
La figura y el paisaje están aparentemente desconectados, pero la luz sirve de nexo de unión en ambos planos, resultando una obra de delicada belleza. 



Frente a ella, el cónyuge Federico, con el hábito rojo y un bonete del mismo color, de señor renacentista, de pergil aguileño, debido a una ruptura del hueso nasal en un accidente de torneo en 1450, que también le costó la ceguera del ojo derecho, por lo tanto, muestra su mejor perfil. Todos los detalles del rostro están perfectamente interpretados, destacando hasta los defectos. En el Triunfo está vestido con una reluciente armadura y coronado por una victoria alada, junto con las cuatro virtudes cardinales. La iluminación es magistral, dotando de unidad a los diferentes planos.



Se han hecho diversas proposiciones de datación, todas anteriores a 1472, año de la muerte de Battista: con ocasión de la boda de los condes, en 1460, o de la primera estancia documentada del artista en Urbino en 1469, y también unos años antes hacia 1465. Ultimamente se ha pensado en un período tardío de la actividad de Piero della Francesca, incluso después de 1472, justificando ésta hipótesis con un encargo del díptico por parte de Federico, convertido en duque y viudo, en recuerdo de la amada esposa, como parece indicar el pasado del verbo en la inscripción conmemorativa bajo el carro triunfal de la condesa de Urbino.

El doble retrato y doble triunfo de Federico da Montefeltro y Battista Sforza se consideran como la última obra de Piero relacionada con la corte de Urbino.

SANDRO BOTTICELLI

- El nacimiento de Venus.

El nacimiento de Venus es una de las obras más famosas de Botticelli. Fue pintada para un miembro de la familia Médici, para decorar uno de sus palacios de ocio en el campo. A diferencia de la Alegoría de la Primavera, documentada en 1498 en la residencia urbana de Lorenzo Médici, se ignora la colocación original de esta obra.

Esta obra fue revolucionaria en su época, por ser la primera pintura renacentista a gran escala de tema exclusivamente mitológico. La admiración por la antigüedad grecorromana fue un rasgo definitorio del Renacimiento, compartido por muchos artistas, eruditos, cortesanos, marchantes y coleccionistas.

Venus es la diosa del amor y su nacimiento de debe a los genitales del dios Urano, cortados por su hijo Cronos y arrojados al mar. El momento que representa el artista es la llegada de la diosa, tras su nacimiento, a la isla de Citera, empujada por el viento como describe Homero, quien sirvió de fuente literaria para la obra de Botticelli.



Venus aparece en el centro de la composición sobre una enorme concha; Botticelli escogió la postura de la llamada Venus Púdica, en la que la diosa cubre su cuerpo con las manos y el largo cabello. La figura blanquecina se acompaña de Céfiro, el dios del viento, junto a Aura, la diosa de la brisa, enlazados ambos en un abrazo. En la zona terrestre encontramos a una de las Horas, una elegante ninfa que se adelanta para recibir a Venus; las 4 Horas son los espíritus que encarnaban las estaciones, en este caso, su airosa túnica blanca, bordada de acianos, representa la primavera, estación del renacer.
La Venus de Botticelli representa un ideal de belleza clásica muy admirado en el comienzo del Renacimiento, sobre todo en los círculos intelectuales florentinos. Pero Botticelli suaviza la severidad de esta imagen rodeando a Venus de cabellos largos y flotantes, el pintor siempre destaca la estructura ósea que subyace bajo la carne. Sus rostros tienen narices finas, pómulos pronunciados y mandíbulas recias. Los colores del cuadro son tan discretos y recatados como la propia diosa. Los fríos verdes y azules se resaltan por las cálidas zonas rosáceas con toques dorados.

Técnicamente Botticelli ha conseguido una figura magnífica aunque el modelado es algo duro, reforzando los contornos con una línea oscura, como si se tratara de una estatua clásica. De esta manera, el artista toma como referencia la antigüedad para realizar sus trabajos. Los ropajes se pegan a los cuerpos, destacando todos y cada uno de los pliegues y detalles.
El resultado es sensacional, pero las pinturas de Botticelli parecen algo frías e incluso primitivas. 

MASACCIO

- El tributo de la moneda.

Una de las obras más importantes realizadas por Masaccio fueron los frescos de la Capilla Brancacci, donde se aprecian muchas de las características propias de su obra.

El Tributo de la moneda se ubica en el compartimento superior del lateral izquierdo de esta capilla. En él, se narra la llegada de Jesús con sus apóstoles a Cafarnaún, recogida en el Evangelio según San Mateo, en tres episodios dentro de la misma composición, dando lugar a cierta simultaneidad: en el centro de la obra contemplamos al recaudador solicitando el tributo a Cristo y a éste indicando a Pedro que en el agua encontrará el dinero; en el fondo, a la izquierda, observamos a San Pedro sacando una moneda de la boca de un pez; y en la parte derecha se sitúa el momento del pago del tributo frente a una construcción.
Las figuras del grupo principal se sitúan en un paisaje, formando casi un círculo y vestidas a la manera griega.

Su monumentalismo está inspirado en las estatuas clásicas y en las obras de Donatello por las que Masaccio sentía especial admiración. Conviene destacar la expresividad de los rostros, que aportan una trementa sensación de realismo, reforzada por los gestos. Al ubicar al recaudador de espaldas, el maestro intenta involucrarnos en la escena y hacernos partícipes del episodio.

La luz inunda la composición, resaltando los colores empleados -que también sirven para dar efectos de perspectiva a la obra colocando los más cálidos en primer plano y los más fríos al fondo- y el efecto volumétrico de los personajes, interesándose Masaccio por la anatomía, como se observa en las piernas del recaudador mientras que los apóstoles ocultan sus cuerpos bajo pesadas túnicas. Incluso se puede afirmar que existe una cierta sensación atmosférica, desdibujando los contornos de la zona final.
La arquitectura de la derecha es aún algo arcaica, pero sirve para obtener perspectiva. Esta obra será de referencia para pintores de la siguiente generación como Paolo Ucello o Piero della Francesca.

Respecto al significado que Masaccio prentender transmitir con este fresco, existen diversas interpretaciones; se ha apreciado una referencia a la reforma tributaria que se produjo en Florencia durante el año 1427, que obligaba a declarar las rentas propias con la introducción del catastro; también se apuesta por una interpretación relacionada con el comercio marítimo en Florencia en la escena del hallazgo de la moneda, en clara alusión a Felice Brancacci, el patrono de la obra; otros especialistas consideran que se debe parangonar a San Pedro con el Papa Martín V, cuya actividad se enfocó a la consolidación del poder de la Iglesia, refiriéndose al principio por el cual la Iglesia debe obtener el dinero para el pago de impuestos de fuentes ajenas a su entorno; también se ha planteado la historia como la redención a través de la Iglesia dentro de un significado eminentemente religioso.
La crítica ha querido ver en la segunda figura de la derecha en el grupo central un retrato de Felice Brancacci, por lo que sería lógico pensar que el significado estaría en relación con el comitente.

FRA ANGÉLICO

- La Anunciación.

El culto mariamo se desarrolló en el siglo XV para cubrir la necesidad de la Iglesia de contar con una figura maternal.
La Virgen es un tema capital del arte cristiano renacentista, en el que desempeña múltiples papeles. Los artistas se sentían especialmente atraídos por el tema de la maternidad. En su papel de protectora, María era la patrona de los dominicos que encargaron este altar.

Este retablo de Fra Angélico es una ilustración perfecta del primer Renacimiento. Ofrece una interpretación novedosa de la Anunciación. El Nuevo Testamento relata la aparición del arcángel Gabriel a la Virgen María, para anunciarle que ha sido escogida como madre de Jesús. Se trata de una obra de perfecta factura, concebida como una ventana abierta al mundo y llena de observaciones sobre cosas que el artista conoció de primera mano. Experimenta con las nuevas ideas renacentistas, como la perspectiva, pero el fácil estilo de Fra Angélico está impregnado de la serenidad de su fe cristiana y su arte dedicado a la mayor gloria de Dios.

En la construcción en la que se centra el hecho de la anunciación podemos observar como sigue presente la arquitectura clásica; un pórtico con esbeltas columnas corintias, inspirado en ejemplos de la antigüedad.
Las figuras de Fra Angélico con esbeltas y refinadas; pero sus movimientos, expresiones y las formas intuidas bajo la tela proceden de la vida real. La figura del ángel siempre la encarna un joven sin rasgos masculinos, pero tampoco femeninos. Tenían dievrsos rangos y se integraban en legiones y compañías, como un ejército moderno. Las alas del arcángel son de una gran belleza, y es probable que Fra Angélico estudiase de cerca las de las aves: cada una de las plumas está pintada con exquisito detalle.

En un segundo plano, ya en el jardín de la obra, unas flores separan las dos escenas, la principal de la Anunciación con una segunda que el artista ha querido plasmar: La Expulsión del paraíso.
Después de pecar, Adán y Eva son expulsados del edén hacia un paraje yermo, sin otra ropa para tapar su desnudez que unas pieles que les da Dios. En contraste, la Anunciación tiene lugar en un bello jardín que simboliza la esperanza de salvación por el nacimiento de Cristo.

Aunque por su precisa observación del mundo Fra Angélico fue uno de los grandes artistas del primer Renacimiento, aún conserva restos del estilo gótico, lleno de gracia pero bastante artificial como son los tonos dorados que se aorecian bastante, o en este caso la silla de María que parece un fondo de mosaico o panes de oro, también el prado de flores del lado opuesto imita el diseño y estilo de un tapiz medieval.

 
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